lunes, 13 de marzo de 2017

Qué comience la función...

En el teatro de la vida, hay gente que no actúa, a pesar de que le son ofrecidos buenos papeles, perdiendo oportunidades de lograr reconocimiento. También están las maravillosas actrices y los excelentes actores, que, sin creer en sí mismos, confían en que determinados individuos sacarán sin ayuda la función adelante; no se dan cuenta de que el espectáculo necesita de su contribución, de sus tablas, para triunfar. Luego, tenemos a quienes todo el día andan quejándose porque siempre les toca intervenir de secundarios; pero tampoco es que se les vea esfuerzo alguno para trascender a través de la épica. Por último, encontramos a las personas influidas por Brecht y Piscator, y que no dudan en mostrar la verdadera realidad que subyace tras una ligera y amable comedia musical: el drama de las mentiras, los abusos, las injusticias y una total ausencia de libertad.

No hemos hablado del malo, el personaje siniestro que, agazapado en las sombras como las cucarachas, espera su momento para hacer acto de presencia: es el director de escena, un especialista en el género de la Farsa, del monólogo, del teatro de la crueldad; si participara en un entremés, haría de beata con una pizca de alguacil y alcalde: coaccionando, buscando paralizar al inocente, necesitando ejercer el poder sobre los demás para existir, siendo profundamente hipócrita y cobarde. Ya habrá tiempo para desenmascarar a este personajillo.


El cadáver de Mussolini, su amante y otros dirigentes fascistas, tras ser fusilados por los partisanos.

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